viernes, 18 de abril de 2008

A los perros....

"Hay días que quisiera ser un emperador romano. Dentro de todas las cosas que podría hacer siendo un Dios la que más me llama la atención es poder ordenar la ejecución de cientos de persona y aun así sentir que no estaría haciendo mal, pues yo soy un Dios y los dioses no se equivocan. Lo haría indiscriminadamente, niños, ancianos, mujeres, hombres, animales, estatuas, edificios, etc…

-Pero es su hijo, mi señor

-¿Y?

-No, nada señor. Como usted ordene.

-Claudio, de una vez que maten a este incompetente.

Las ejecuciones serian todo una instalación. Primero se repartiría vino y viandas a todos los asistentes. Una vez que Baco poseyera a los invitados también dentro de ellos se elegirían a unos cuantos para ser ejecutados. Nadie podría saber si sería verdugo o victima.

Menús de cómo pueden ser asesinados los prisioneros se reparten entre los invitados y cada cual tiene tres platillos para elegir. Una vez que se han elegido las tres maneras en que quieren ver morir a sus respectivas victimas estos son llevados a punta de azotes frente a una fila de butacas dispuestas en semicírculo. A cada lado de los invitados hay dos esclavos con drogas y bebida. Se espera la influencia de las musas para comenzar la representación.

Mientras el actor es amarrado al centro de aquel medio círculo un carro con los instrumentos de suplicio es dispuesto a unos cuantos pasos de las butacas. Los invitados pueden con sus propias manos ajusticiar o pueden pedirle a los esclavos que lo hagan ellos. Las ejecuciones son calificadas por el número de aplausos que reciben. Entre más sádico y más sufrimientos se le hacen pasar al actor, más aplausos recibe el ejecutor.

Una vez terminada la exposición los muertos son cortados y dispuestos para ser asados. Son preparados de manera exquisita y siempre servidos con vino. Al final las cabezas de las victimas son echadas a los perros."[1]
[1] Oscar Damasco: Obras Estéticas, Pléyade, España, 1965, Pág. 167.

7 comentarios:

Checo dijo...

Hay pocas cosas que impresionan en esta era en la que hemos perdido la capacidad de asombro, esta para mi todavia me asombra, espero que a todo el que lo lea también.
Otra vez como en muchas otras cosas la ficción se acerca cada vez mas a la realidad ¿o será la realidad a la ficcion?

Juan Manuel Escamilla dijo...

Mierda.
Hay que sospechar de la configuración psicológica de alguien que escribe así.
Me gustaría leerlo, pero me guardaría de ser su amigo, seguramente.
¿Por qué no se queda, como todos los demás, disfrazando sofisticadamente lo bestial de nuestra condición de mamíferos, como todos los demás?

El Señor Conejo Feliz dijo...

El autor fue compañero de usted en la UP, no creo que adivine quién.

Juan Manuel Escamilla dijo...

Imagino que el autor es usted mismo, y que usted mismo fue mi compañero en la UP. Porque sabe demasiado de mí como para no haber convivido conmigo por lo menos dos años, aunque fuera tímidamente, de lejos.
¿Quién es usted?
Confiese ya, carajo.

El Señor Conejo Feliz dijo...

¿En serio no tiene una idea?

Juan Manuel Escamilla dijo...

No. Ni asomo.

Juan Manuel Escamilla dijo...

¿Mauricio Lecón?