lunes, 26 de enero de 2009

Green Boots

La piel fría, el corazón detenido, los ojos fijos en el infinito. He visito morir gente pero apenas hoy he tenido miedo. He visto cuerpos desmembrados, caras pálidas, corazones que reventaron. He visto como la muerte, frente a mí, se lleva a alguien. Me ha robado vidas mientras el pecho se les comprime a ritmo de 30 por 2. He estado a punto de caer al precipicio, de ser alcanzado por aquella roca que cae desde las alturas. A punto de ser arrastrado por el mar. Hoy he tenido miedo.

Viendo “The Dark side of Everest” he tenido miedo. Gente atrapada a más de ocho mil metros de altura sobre el nivel del mar, atrapada en sus tiendas de campaña. Personas que perdieron brazos y manos por alcanzar la cima y ciertas veces ni a ella llegaron. Personas desnarigadas y desorejadas por el hielo y la nieve. El documental relata varias historias de vida que ocurrieron en la zona de la muerte y ahí, un hombre que no ronda menos de 45 años habla frente a la cámara. Relata su ascensión, los peligros por la falta de oxigeno, el cansancio físico y mental pero sobre todo la falta de ayuda en caso de que algo salga mal.

Habla sobre su camino a la cima y sobre como encuentran a un escalador a punto de morir. No estaba muerto pero faltaba poco para aquel trance. Relata que más de diez personas cruzaron a su lado y nadie lo ayudo. Es desgarrador escuchar como un ser humano deja morir a otro. Solo sobre una montaña. Solo con su alma. Nadie se detendrá a ayudarlo. Todos pasaron junto a él, lo miraran y dirán diantres que mal, pobre sujeto, pero que bueno que no soy yo. Pero lo que me dejo frío y me hizo recordar que moriré pronto o tarde. Rápida e indoloramente o lenta y dolorosamente. Tal vez colgado de un arnés en alguna pared olvidada por la mano de Dios o entre los hierros retorcidos de una ambulancia o de viejo en una cama. Lo que me hizo recordar que estos huesos se rompen y esta carne de desgarra fue lo que aquel montañista dijo antes de hablar sobre aquel otro al que encontraron moribundo.

“Lo encontramos cerca de “Green Boots” un escalador que creemos murió en 1996.” Ahí, muerto, desde hace más de diez años, tirado sobre la nieve. Los huesos congelados, la carne dura como la roca. Cerca de “Green Boots” es como algún día estaré. Un pequeño bulto sobre la nieve en alguna montaña lejana. Personas que se convierten en signo de navegación. Muerto de frío, muerto solo y sin compañía, muerto insepulto. Muerto como moriré yo.

sábado, 29 de noviembre de 2008

Novela

La misma novela, la misma novela que se ha leído una y otra vez. La misma tragedia que se repite inexorablemente. Todos mueren al final. Por qué será que todas las novelas que uno lee son la misma. La pasta brillante, el olor a piel que se impregna en las manos. Uno recorre la costilla del libro y lo siente en la piel. Bella, simplemente bella. No hay más que tenerla, a toda costa. Comprarla, robarla, pedirla prestada. Todo con tal de tenerla. 

 

Ahí está, en la mesa, la pasta brillante, las hojas prístinas. ¿Queda algo más que leerla? Tal vez así sea, tal vez no. Para que repetir la historia, para que leer algo que ya sabemos como terminará. Uno mira con fruición el libro. Estático, limpio inmaculado. Luego lo toma  comienza a hojearlo, todavía no lo lee. Simplemente se delecta con su tacto. Disfruta atravesar las páginas, una a una o varias de un sólo golpe. Es interesante ver como se disfruta siempre lo previo. Leer es desesperante, amor de amante. Locura que no termina, pero antes de leer, ¡Oh! Antes leer uno es feliz, lo ve todo, siente que sabe todo, nada más lo sorprenderá, todo esta ya ahí contenido. No existe metáfora que no sea conocida o línea que sea de ante mano saboreada.

 

Uno lee y se arrepiente, sabe que nunca debiera haber tomado el libro, se siente la grasa de los dedos ensuciar cada pagina, el polvo que se acumula en las pastas. Las manchas que aquí y allá se le hacen al libro. Terrible sentir que uno avanza. La desesperación por llegar al final, a aquel final que ya conocemos. A aquel final que uno siempre sabrá que se tendrá. No importa que haga uno, el final siempre esta ahí. Él lo sabe, ella también lo sabe. Sólo es cuestión de avanzar más paginas. Transcurrir las líneas de actos que se conocen. Otras palabras, otras hojas, pero lo mismo. Lo mismo que se repite cada vez. Tal vez por ello siempre termina como termina, porque todo es lo mismo. No existe el cambio. Todo acto humano es sólo una repetición de uno anterior.

 

Se acerca al final, la trama se desmorona sobre sus manos. La arena se escurre por sus dedos. La vida vuela en alas de mariposa. Así es. Simplemente terminar y elegir nuevamente una novela. Tal vez  una más larga, o algo más alambicado. Aquella que siempre le ha dado miedo leer, pero que indefectiblemente será una tragedia.  

jueves, 23 de octubre de 2008

Clement Freud

Si dejas de fumar, beber y hacer el amor, no es que vayas a vivir más, es que la vida se te hará larga, larga, larga. 

Isaac Asimov

"Aquellas personas que creen saberlo todo son un gran fastidio para aquellas que sí lo sabemos." 

viernes, 5 de septiembre de 2008

Oráculo manual [Baltasar Gracián]

25. Buen entendedor. Arte era de artes saber discurrir: ya no basta, menester es adivinar, y más en desengaños. No puede ser entendido el que no fuere buen entendedor. Hay zahoríes del corazón y linces de las intenciones. Las verdades que más nos importan vienen siempre a medio decir; recíbanse del atento a todo entender: en lo favorable, tirante la rienda a la credulidad; en lo odioso, picarla.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Voluntad

Sacrosanta división que tenemos los humanos que de la voluntad nacen todas nuestras carencias, pero también todas nuestras grandes aspiraciones. Sentados nos lamentamos acerca de aquello que no vemos y al mismo tiempo nos regocijamos con los planes a futuro. La voluntad es un viento que ciertas mañanas se antoja refrescante y diáfano y en otras se manifiesta escarlatino y ardiente. De carencias y vacantes el alma humana se explora en los rincones más álgidos de nuestros deseos. Sueños opalinos nos acarrean a alargabicas disquisiciones. Mares voluptuosos tientan nuestra gallardía.
Terrible y noble maldición esta que ha recibido el hombre que con aquello mismo que se leva se condena. Que vuelve el carbón más negro en el brillante más prístino y que vuelve el alma inmortal en pútrido gusano.